La dilatación uterina por la presencia del bebé, ejerce un aumento de la presión venosa en la zona pélvica a la vez que existe una distensión de la musculatura abdominal. Esto produce un aumento de la presión intravenosa a nivel de la piernas facilitando el reflujo y la aparición o aumento de las varices, así como la sintomatología de dolor local e hinchazón. Los cambios hormonales que se producen en el embarazo también influyen en la aparición de varices así como en la sintomatología de las mismas. En ocasiones durante el mismo pueden ponerse de manifiesto la presencia de varices de origen pélvico, éstas se relacionan con las hemorroides (varices rectales) y las varices vulvares.
Durante este periodo se recomienda el manejo médico o conservador, ya que muchas disminuyen o desaparecen después del embarazo. Un control del peso, hacer ejercicio físico moderado, una dieta equilibrada, baños de agua fría, medidas posturales como elevar las piernas y el uso de medias ayudarán a controlar la sintomatología.
Se recomienda una nueva valoración pasados 6 meses del parto. Durante el embarazo y la lactancia está contraindicado el tratamiento con escleroterapia.